Ciudad Autónoma de Buenos Aires Iro. de junio de 2006
Hoy primero de junio se cumplen 36 años del secuestro y posterior ejecución del Gral.Pedro Eugenio Aramburu, y en que dos días antes se habían dado a conocer asumiendo el nombre de "montoneros" y la responsabilidad de dicho asesinato.
Al margen de muy aisladas reivindicaciones de un terrorismo de Estado, que en rigor a la verdad, se inició durante el gobierno de María Estela Martinez de Perón y se profundizó en 1976 con el régimen militar, hay que destacar que las Fuerzas Armadas han sido quienes más avanzaron en la autocrítica de nuestro pasado, autocrítica que la clase política, ni otros sectores de la sociedad no han hecho con la misma valentía, ni la prensa incluída.
Ni hablar de quienes habiendo integrado organizaciones guerrilleras, las cuales sembraron el terror, hoy todavía se jacatan de haber diseminado el odio y la muerte.
El mismo Sr. Presidente de la Nación ha tenido en el día del Ejército palabras de fuerte tenor agresivo ante los militares, en los que se despierta gratuitamente resentimiento entre la oficialidad, quienes están comprometidos con las Instituciones de la República, creando un desconcierto en el compromiso democrático de estos uniformados.
Creo que no es necesario y además pueden provocar errores irreparables, cuando las palabras subidas del tono ético llevan a lamentar odios y desvaríos y confluyen luego a desvíos morales, como quienes cometieran aquel asesinato y vuelven a interferir en la convivencia social.
Es imprescindible y como uno de los puntos más sobresalientes de este momento histórico que vive la Argentina, en cuanto a la posibilidad de la búsqueda de una equidad en la población más pobre, por cuanto la pólítica económica ayuda a este crecimiento, dentro del contexto internacional, y para ello hay que sanear definitivamente los odios innecesarios, e integrarnos a la unión de los argentinos, por sobre todas la filsofías políticas, y mirar con firmeza y patriotismo la Nación Argentina, donde la distribución no solo debe ayudar a paliar la pobreza de los desiguales, sino también a engrandecer el proyecto de una nación fuerte y productiva.
Creo sinceramente que esta realidad, en la cual individuos como yo hemos vivido y padecido y hemos visto los odios que atormentan y la violencia que engendra mucha más violencia, trabajar para serenar lo ánimos de rencores del pasado triste y ahunar los esfuerzos que a la postre nos sirvan para dejarles a nuestros hijos, a nuestros nietos una Argentina de paz, solidaridad y dignidad de trabajo, con lo cual se concluirá seguramente la justicia social anhelada.
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