24.2.10

ISLAS MALVINAS SU HISTORIA

Por: Mario Luis Pennella



Del libro “Historia de la Doctrina Monroe” de Frank Dónovan, traducida al español de “Mr. Monroe’s Message en el año 1966.
“Cuando en el Canadá, al terminar la Guerra de Siete años, el leòn de Inglaterra ocupó el lugar de la francesa flor de lis, un joven oficial francés de nombre Louis Antoine de Bougainville, intentó compensar las pérdidas sufridas por su país, estableciendo una colonia en algún otro lugar del Nuevo Mundo. Costeó la compra de un fragata y de una balandra, así como sus respectivos equipos y se embarcó rumbo a St. Malo. El viaje terminó en una isla del Atlántico, desprovista de árboles, desierta y árida, situada a unos 5OO kilómetros al Noroeste del Estrecho de Magallanes. Nombró a ésta y a las islas adyacentes, Las Malvinas. Allí estableció una colonia en 1764. Dejó en ella 28 personas, 9 cabezas de ganado, 1º cerdos, 3 caballos y una cabra, y regresó a Francia para informar a sus compatriotas acerca de su nueva posesión.
Bougainville no conocía o no quería conocer el hecho de que existía un tratado entre Francia y España, por el cual España tenía el monopolio del Atlántico del Sur. De mala gana, el Rey de Francia ordenó entregar su colonia a los españoles. Entonces Bougainville hizo un viaje a Madrid y allí vendió el fruto de su arriesgada empresa por la cantidad de 25.000 libras esterlinas.
Mientras tanto, un capitán británico de nombre John Byron, más conocido por el simpatico apodo de “Jack Maltiempo”, había desembarcado al otro lado de Las Malvinas. Plantó un mástil e hizo ondear la enseña británica, adjudicándose la posesión de lo que llamó las Islas Falkland, a nombre de la Corona de la Gran Bretaña.
Para 1769, los ingleses habían agregado un fortín al asta en el que ondeaba su bandera, y tenían un barco fondeado en la bahía. Cuando una goleta española se acercó a su lado de la isla, en viaje de reconocimiento, los ingleses la mandaron a casa, con una carta invitando a los españoles a no volver. Dos días más tarde, regresó la goleta, trayendo una carta del gobernador español, en la que decía a los ingleses que salieran de allí. Este intercambio de notas se repitió dos veces, antes de que 5 fragatas españolas llegaran a la bahía y obligaran a los ingleses a retirarse.
En Europa, esta medida arbitraria puso a Inglaterra y España al borde de la guerra. Se llegó a un acuerdo por el cual España aceptó devolver el fortín a los ingleses, sin que esto en manera alguna “afectara la cuestión de su anterior derecho de soberanía sobre las Malvinas. Los ingleses regresaron a las Falkland e izaron su bandera. Tres años después abandonaron el lugar, dejando en el fortín un sello de plomo, con la leyenda: “Sepan todas naciones que las Islas Falkland, con este fuerte, el almacén, los muelles, puertos, bahías y arroyos pertenecientes a ellas son de la exclusiva propiedad de Su Sagrada Majestad, Jorge Tercero, Rey de la Gran Bretaña, Francia e Irlanda, Defensor de la Fe.
Los españoles permanecieron en posesión no disputada de las islas hasta 1816, cuando la propiedad pasó a la Argentina, al obtener ese país su independencia. Argentina dio permiso a un hombre, Louis Vernet, para impulsar la colonización de las Falkland. Para 1931, Vernet manejaba un próspero negocio, suministrando provisiones a los barcos que navegaban hacia el Pacífico, y exportando carne de res y pescado, salados. En esta epoca el negocio de las focas en el Atlántico sur estaba en su apogeo. Vernet intentó establecer un monopolio y ordenó a todos los demás barcos mantenerse fuera de sus aguas. Cuando el barco cazador de focas, Harriet, de matrícula estadounidense hizo caso omiso de tal orden, lo capturó y se lo llevó a Buenos Aires., con objeto de que allí se le siguiera juicio al capitán, John Davidson. Pero Davidson escapó, llegó a Montevideo, embarcó en la corbeta estadounidense Lexington, que se encontraba en la bahía, y expuso su caso al comandante Teniente Silas Duncan.
En seguida el Lexington se dirigió a las Islas Falkland. Duncan saqueó la colonia de Vernet, clavó los cañones, incendió el polvorìn, atropelló a los habitantes, y se marchó llevandose a siete de los principales colonos, aherrojados, para que se les juzgara en los Estados Unidos por el delito de piratería. Poco después de la partida del Lexington, la balandra británica Clio, entró en la bahía y su capitan, tranquilamente anunció que tomaba posesión de las islas a nombre de la Gran Bretaña.
En el amplio escenario de la historia de los Estados Unidos, las tribulaciones de dos minúsculas islas cercanas al Antártico no tienen importancia, salvo que representan la única colonia establecida en el Hemisferio Occidental por una potencia europea, después de que Monroe pronunciara su famoso discurso. Pero los Estados Unidos nada hicieron sobre el particular.
Los detractores de la Doctrina Monroe abultan este pequeño incidente, para probar que los Estados Unidos no hicieron ningún esfuerzo para hacer cumplir el principio de no colonización, proclamado diez años antes, ni para ayudar a un país latinoamericano en contra de una agresión extranjera.
Los defensores de la Doctrina alegan que en ese tiempo existía alguna confusión en lo relativo a los derechos de la Argentina en el asunto. Los escépticos señalan que Argentina había presentado una reclamación por las depredaciones del Teniente Duncan, reclamación que la república del Norte hubiera tenido que pagar si reconocía la soberanía de la nación del sur sobre las islas. Los estados Unidos jamás pagaron la reclamación.
La verdad del asunto parece ser que la propiedad de estas mínimas porciones de tierra distante no podría de ninguna manera representar una amenaza para los Estados Unidos.
De acuerdo con las palabras de Monroe, “nuestros derechos” no habían sido “seriamente amenazados o invadidos”


Este tema es una lamentable omisión histórica, tenemos una mala costumbre y es que cuando nos recuerdan que son inglesas y que estos van a hacer cosas, las cuales van en contra de la lucha de nuestra soberanía, la cual es por demás legítima, gritamos y ponemos énfasis en nuestro patriotismo, pero a su vez también nos ausentamos en la escencia histórica que por ella pasa, o peor aún no sabemos nada de los acontecimientos de este conflicto, el cual va más allá de Inglaterra. También si bien hemos perdido una guerra no es tampoco justificable negar la lucha patriótica y solo agredirla políticamente, y no como un hecho equívoco, justamente por no hacer el análisis de quien y como ayudaría en la contienda bélica como aliado socio, y si como un aliado por ser su Madre Patria de los Estados Unidos de Norteamérica.

Los argentinos somos individuos de sentimientos variados, y es posible que las variantes se encuentren en ignorancia y saber, al respecto luego de la derrota muchos compatriotas dieron el veredicto de para qué, aunque gritaron y vivaron en la Plaza de Mayo la epopeya que se iba a librar, y también la palabra de políticos que deliberadamente golpearon a las fuerzas armadas como déspotas de todo tipo, que ayudaron a sus apetitos económicos y no a hacer subyacer el ejercicio democrático de educar con fines de defensa de nuestra soberanía sobre ellas, si bien hubo errores militares en la guerra también los hubo políticos luego en la democracia, prácticamente se disolvió el ejército, y alguien al respecto dijo las guerras se ganan con aquel que tenga un cañón más; hoy la soberanía no solo de las islas deben llamar la atención, sino de toda la Argentina, la misma no tiene defensa.

Sobre todo este tema, creo que de aquí en mas los argentinos debemos hacer una profunda y concienzante reflexión, y observar todo lo acontencido como una vasta experiencia, y de allí estudiar minuciosamente como defender en todos los foros internacionales, absolutamente toda la soberanía de la nación sin menoscabar una pizca de patriotismo, ese hecho nos hará luchar contra todas las injusticias que pretenden los de afuera, pero también nos hará ver a los de adentro que son meros cipayos, que por error u omisión, buscan en sus apetitos personales antes de defender los derechos inclaudicables de la soberanía de esta Argentina libre.

Quiero cerrar haciendo mención al Señor J.Mario Romero, por su ayuda histórica de las Islas Malvinas.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 24 de febrero de 2010.


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